El teléfono me guiña el ojo,
sabe cómo llegar a tu misterio
y me descifra el código numérico.
Sabe de criptografía y jeroglíficos.
Me obliga a mencionarte,
a buscar el eco de tu silencio,
ese que sin nombrarte
siempre me dice “adiós”.
El teléfono telequinético,
el que incrusta tu imagen en mi cráneo,
el que pirograba tus besos en mis huesos,
el que te extraña y se aprovecha de mi dolor.
El teléfono me dice que sueña tu voz,
me suplica por sentirte un segundo,
por erizarse con tu presencia electromagnética;
me llora, con su timbre deshiciente.
Mensualmente me exhibe tu ausencia,
me promete intimidad contigo, con otra tú.
Yo no le hago caso, no atiendo su llamado;
pero tiene enredado a mi corazón.
Me hace falta tu timbre, tu tono,
el ring, ring…
Ring en que perdí por Knockout.
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